En el prólogo a un documento publicado en el Vaticano, el pontífice destacó «el valor de proponer la preciosa virtud de la castidad».
En el prólogo al ‘Itinerario catecumenal para la vida matrimonial del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida’, publicado esta semana en el Vaticano, el papa Francisco insiste con un viejo dogma de la Iglesia: preservar la castidad hasta llegar al matrimonio.
Al referirse al documento que se conoció el miércoles último, el pontífice pide que pronto aparezca uno nuevo “en el que se indiquen métodos pastorales concretos y posibles itinerarios de acompañamiento, dedicados específicamente a aquellas parejas que han experimentado el fracaso de su matrimonio y viven en una nueva unión o se han vuelto a casar civilmente”.
Francisco también destaca “el valor de proponer la preciosa virtud de la castidad” que debe presentarse “como una auténtica ‘aliada del amor’, no como su negación. Es, de hecho, la forma privilegiada de aprender a respetar la individualidad y la dignidad del otro, sin subordinarlo a los propios deseos”, señala.
“La castidad enseña a los recién casados los tiempos y los caminos del amor verdadero, delicado y generoso, y los prepara para el auténtico don de sí mismos que se vivirá luego durante toda la vida en el matrimonio”, añade el Papa argentino en el citado prólogo.
En ese sentido, el pontífice pide “mostrar que la virtud de la castidad no sólo tiene una dimensión negativa que pide a cada uno, según su estado de vida, abstenerse de un uso desordenado de la sexualidad, sino que también posee una dimensión positiva muy importante de libertad de la posesión del otro –en términos físicos, morales y espirituales”.
“En el caso de la llamada al matrimonio, tiene una importancia fundamental para orientar y alimentar el amor conyugal, preservándolo de cualquier manipulación”, añade.
Y concluye: “La castidad, en definitiva, enseña, en cualquier estado de la vida, a ser fiel a la verdad del propio amor. Esto significará, para los novios, vivir la castidad en continencia y, una vez casados, vivir la intimidad conyugal con rectitud moral”.